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Vinos rosados, exquisitos para la primavera

Las mejores alternativas para disfrutar al aire libre desde casa y poder brindar por el comienzo de la estación más linda del año

La cuarentena está durando mucho más de lo imaginado, y ya hay costumbres que todos modificaron; algunas quizás para siempre. Sin embargo, la vida continua y la llegada de la primavera traerá tiempos más lindos, sobre todo para disfrutar al aire libre. Y si bien el confinamiento sigue imponiendo restricciones, siempre hay alternativas para poder tomar un poco de aire fresco, y por qué no, disfrutar de un picnic acompañado de un buen vino.

En realidad, no existe una época específica para cada tipo de vino, porque en general el consumo suele hacerse en ambientes con climas ideales. Si en verano hace mucho calor, seguramente las comidas serán de noche o adentro de casa con aire acondicionado. Y si son en invierno, lo más probable es que estén bien calefaccionadas, ya sean internas o externas, para los más audaces.

Esto quiere decir que el clima o la época del año no incluye directamente en el consumo, más allá de la estacionalidad. No obstante, hay ocasiones que si pueden determinar qué tipo de vino se va a servir.

Justo en esta época comienzan a llegar los primeros vinos del año, 2020 en este caso. Pensar que la cosecha finalizó en abril/mayo pasado, y algunas etiquetas ya están disponibles en el mercado. Se trata de los vinos más simples y sin crianza, generalmente blancos y rosados, que llegan con toda la fuerza de su juventud. Suelen ser vinos de paladar ágil y aromas impetuosos en función del varietal, y de paladar refrescante, tan simples como agradables. Esto tiene que ver con el tiempo de elaboración y no con la calidad, ya que el vino se hace a partir del jugo de uva (mosto) fermentado. Pero en este caso no hay casi tratamientos enológicos en busca de mayor volumen (reposo sobre lías con battonage), ni de estructura (maceraciones largas), ni de complejidad, a partir de una crianza en barricas de roble, por ejemplo. Son vinos que apenas están listos se estabilizan y salen al ruedo. Ni mejores ni peores, sino distintos e ideales para ciertas ocasiones de consumo. Estos blancos y, especialmente, los rosados jóvenes, son ideales para disfrutar de manera informal y al aire libre.

Primavera nueva, con vinos rosados nuevos

El vino más elegido en primavera es el rosado, una categoría que por suerte ha evolucionado mucho en los últimos años en la Argentina. Ya que si bien supo ser el más consumido en los 80, se trataba de otro tipo de vinos, más masivos y sin el foco en la calidad. Luego, casi desaparecieron de las góndolas, hasta que llegó el auge del Malbec a principios del milenio. Porque muchos buscaban concentrar más para obtener así mejores tintos, y para ello recurrieron a sangrías; separar parte de los primeros jugos escurriéndolos para terminar la fermentación del vino con menos líquido y todos sus sólidos (hollejo y semillas, principalmente). Así se obtenían tintos más corpulentos, por un lado, y por el otro un vino apenas coloreado, que muchos lanzaban como rosado. El problema es que esos rosé tenían 14/15% de alcohol y muchos taninos. Y por eso, al poco tiempo el mercado les dio la espalda. Pero algunos hacedores se dieron cuenta a tiempo que, si el buen vino nacía en la viña, el rosé no podía ser la excepción. Así fue que se buscaron las mejores variedades, aquellas que maduraban lentamente y que podían retener más acidez natural, y también ofrecían un buen equilibrio fenológico al momento de la cosecha más temprana, para obtener vinos más livianos.

Hoy, los nuevos rosados argentinos están a la altura de los mejores exponentes del mundo, los de la región de Provence, en Francia. Allí, los colores de los vinos suelen ser tenues, desde el rosa pálido hasta el color piel de cebolla intenso, con reflejos asalmonados o cobrizos. Esta diferencia en la tonalidad tiene que ver con las cepas utilizadas, pero también con el estilo de la casa. Porque más intensidad de color significa más maceración (infusión de las pieles con el mosto/vino) y por ende más estructura e intensidad, tanto de aromas como de sabores.

No obstante, el estilo de los rosados argentinos apuesta más a resaltar la expresión de juventud del vino. Por eso los colores son suaves, algunos brillantes y otros opalescentes porque eligieron no filtrar. Los aromas pueden variar de intensidad en función a la variedad, pero siempre ostentarán un carácter primario, es decir que reflejarán todo lo que trae la uva; frutas, flores, especias, vegetales, etc. Y en boca mandan la frescura, la tensión y el agarre. Ya son pocos los que dejan azúcar residual para lograr un final de boca más amable. Para esos hay una categoría específica: rosado dulce, y tiene muchos fans. Los rosados de hoy son secos y de paso vibrante, que no significa estructurados. Algunos tienen buen volumen en boca porque parten de uvas más concentradas, pero los prensados son suaves y las fermentaciones moderadas, para preservar lo más posible los atributos de la uva.

Así son los rosados de hoy, sin vueltas. Los más complejos son porque parten de uvas más selectas y de viñedos cuidados, en lugares más frescos, con uvas que se cosechan en el momento indicado pensado en ese rosado que la bodega quiere lograr.

La variedad más elegida es, obviamente, Malbec por ser la más plantada y el emblema nacional. Pero hay rosados que se lucen más, sobre todo los elaborados a partir de Pinot Noir, una cepa muy delicada. La moda del Cabernet Franc también llegó a los rosé, y el tradicional Merlot también resiste con algunos ejemplares en góndola. La sorpresa (quizás) la da el Tannat, una uva muy tánica (por eso su nombre) pero de maduración lenta y con gran acidez, y por lo tanto realizando maceraciones cortas es ideal para rosados del año. Obviamente hay rosados de otras variedades como Syrah o Petit Verdot, también algunos concebidos a partir de mezclas (Pinot Noir y Malbec, Tannat y Malbec, etc.) y hasta algunos a partir de Pinot Gris, una variedad blanca, pero con cierta pigmentación que les da a los vinos una tonalidad levemente cobriza.

Los rosé que van un paso más allá vienen en botellas diferentes y llamativas que salen de lo común. Incluso alguno de esos viene con tapón de vidrio. Y está bien, porque el rosado puede llamar la atención por fuera, siempre y cuando pueda agradar por lo que tiene adentro. Pero la mayoría viene con tapa a rosca y en botellas más simples, aunque con etiquetas y nombres llamativos. Algunos optan por diferenciarse con la denominación “blanc de noir” (blanco de tintas), que si bien no son rosados; como su nombre lo indica; en la copa quedan como tales.

Lo ideal es tenerlos en la heladera o mantenerlos en la frapera luego de abiertos. Se beben bien fríos, porque justamente la cuestión acá no es evaluar sus características organolépticas, sino su agradabilidad y adaptabilidad a situaciones tan informales como placenteras. Y si se atempera mucho, agregarle hielo sin temor.

Por frescura y textura acompañan muy bien sándwiches de todo tipo, ensaladas variadas, wraps de vegetales, sushi rolls, langostinos grillados, y hamburguesas de pollo. También se pueden disfrutar como aperitivo al caer el sol, solos o en tragos combinados con frutas de estación y alguna hierba aromática.


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