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10 de los mejores cócteles para hacer en casa

Mojito

No es un cóctel difícil de hacer, pero todos sus ingredientes son esenciales y es imperativo tratarlos bien y que sean de calidad. Empezando por algo tan básico como el hielo, que debe estar preferentemente triturado. Por dos razones: primero, el mojito es de los pocos cócteles que necesitan diluirse un poco para rebajar la intensidad de sus sabores; y, segundo, porque debe enfriarse rápidamente.

La lima, que sea recién exprimida, por supuesto, y para que el dulzor sea consistente y no te quedes con una masa blanca en el fondo del vaso, mejor utiliza jarabe o sirope de azúcar en lugar de en polvo. La menta (o hierbabuena, como en la receta original cubana) debe ser fresca, pero lo más importante es cómo la manipules, que es lo que diferencia un buen mojito de otro que tu paladar agradecería que acabase regando la arena. El objetivo es que la hoja de menta suelte sus aceites aromáticos, porque el disfrute de la bebida depende mucho de los olores. Liberar no quiere decir machacar hasta la extenuación, porque lo único que se consigue con esto es que suelte la clorofila, lo que amarga el resultado. Machácala ligeramente o, como verás hacer a muchos bartenders, simplemente “despierta” sus aromas poniendo una hoja entre tus manos y dando una firme palmada.

La corriente más extendida es meter las limas ya exprimidas con piel dentro del vaso, pero esto puede contribuir también a que el componente amargo se vaya de las manos. Mejor tener un mayor control de los ingredientes y optar por una dosis exacta de zumo de lima.

Por último, el ron: debe ser siempre blanco (no confundir con de marca blanca) y, a ser posible, cubano. El ron oscuro se lleva por delante los sabores de la menta y del azúcar. Y hay que tener cuidado también con el agua que se utiliza para redondear la mezcla – si se prefiere con gas, mejor que no sea edulcorada para no desequilibrar una bebida ya de por sí azucarada; y, si es sin gas, que sea mineral, para no correr el riesgo de alterar el sabor o la textura.

Resumiendo, esta es la receta y las proporciones aproximadas para preparar un mojito clásico perfecto:

-Vaso con hielo triturado hasta arriba y 6 o 7 hojas de menta aplastadas, pero no machacadas.

-50 ml de ron blanco cubano

-25 ml de zumo de lima

-25 ml de jarabe de azúcar, hecho con partes iguales de agua y azúcar moreno (se puede echar el azúcar moreno directamente para simplificar, pero no se va a llegar a disolver del todo)

-Agua con gas (opcional)

No hay problema por introducir variaciones a la base original, siempre que se tenga sentido común y no se acabe sirviendo una ensalada marinada en ron. Se pueden añadir una o varias frutas, teniendo cuidado de retirar y no triturar componentes como la piel o las hojas, para no aumentar la acidez. Ajusta la cantidad de azúcar si la fruta es de por sí azucarada. Las rojas, como la fresa, la sandía o las frambuesas, funcionan bien en un mojito.

Margarita

Según la versión que te cuenten, el margarita fue inventado en Tijuana, Tehuacán, Ensenada o Ciudad Juárez en algún momento de la primera mitad del siglo XX. Sea como fuere, lo que nadie pone en duda es que es el cóctel mexicano por excelencia y el principal responsable de dar a conocer las bondades del tequila por todo el mundo. Porque sí, un buen margarita (si se te ha olvidado la receta, te la recordamos: 5 cl de tequila blanco, 3 cl de Cointreau y 2 cl de zumo de lima recién exprimido; todo agitado en una coctelera y servido en un vaso con hielos previamente escarchado con sal) precisa de un tequila de categoría, uno puro, que sea 100% de agave (lo pone siempre en la etiqueta), como Patrón Silver (suave y dulce, con aromas a frutas y a cítricos) o Don Julio Blanco (el frescor del agave se fusiona con toques florales).

hisky Sour

Si has visto Érase una vez… en Hollywood’, habrás observado que el personaje de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) tiene una adicción bastante malsana al Whisky Sour (se llega a beber ocho de una sentada). Nosotros nunca vamos a hacer apología del alcoholismo, pero si reconocemos que Dalton tiene buen gusto para elegir su veneno.

Es un combinado tan clásico que una receta primigenia ya apareció por escrito en el primer libro que se publicó en inglés con instrucciones para hacer cócteles: ‘The Bartender’s Guide or How To Mix Drinks’ (1862), obra del barman y bon vivant Jerry Thomas.

-2 partes (60 ml aprox. para un solo vaso) de whisky o bourbon (Bulleit es una buena opción)

-1 parte (30 ml) de zumo de limón

-1/2 parte (15 ml) de jarabe de azúcar (o una cucharada en polvo)

-1/4 parte (7 ml) de clara de huevo

-Cubitos de hielo

-Para decorar luego el vaso, puedes utilizar una rodaja de limón o de naranja y/o una cereza, pero esto es completamente opcional

Introduce en la coctelera todos los ingredientes menos el hielo. Esto es importante porque al agitar, además de diluir el destilado, puede hacer lo mismo con la clara de huevo, evitando conseguir la espuma deseada. Opta por tanto por lo que se conoce como un “dry shake” y agita con bastante brío durante un rato, sobre todo para conseguir que las proteínas de la clara se expandan al máximo al contacto con el oxígeno y den lugar a la espuma. Luego ya puedes meter el hielo y agitar un poco más para enfriar el contenido. Llena un vaso corto con hielos y vierte la mezcla en él a través de un colador. Remata si quieres con la rodaja de cítrico y la cereza y ya lo tienes.

Michelada

La michelada es algo así como la respuesta mexicana al Boody Mary: un cóctel alcohólico hecho con cerveza y una combinación de condimentos que le confieren un sabor intenso, especiado y algo picante (dependiendo de la mezcla de salsas). Tiene varias virtudes: ayuda a combatir el calor, realza el sabor de los platos mexicanos al limpiar el paladar y, según a quién se le pregunte, es un remedio infalible para paliar los efectos de la resaca (o de “la cruda”, como se la llama en el país azteca).

No hay un consenso general sobre la receta original, pero quizá la más extendida hoy día sea la siguiente: un vaso ancho con el borde escarchado con sal, hielo, zumo y una rodaja de limón verde (o lima), salsas y una cerveza que puede ser rubia o negra, aunque los puristas la prefieren rubia. La combinación de salsas es lo que otorga la principal variedad a la receta. Las más utilizadas son salsa Maggi o salsa worcestershire (conocida también como salsa inglesa). Luego también son muchos los que le añaden unas gotitas de tabasco o similar para potenciar el toque picante. Si prefieres una chelada a secas, se hace sin condimentos; es decir, sólo con cerveza, limón y sal. Pero hay variedades más complejas, como la que se hace con clamato, una combinación de zumo de tomate y el líquido que sueltan las almejas, a la que se le puede incluso añadir gambas para obtener lo que se llama una michelada del mar. O utilizar soja para un toque más oriental.

Dry Martini

Frederic Henry, el protagonista de ‘Adiós a las armas’, la célebre novela bélica de Ernest Hemingway, sólo podía sacudirse la barbarie de la guerra con una cena con Dry Martinis: “No había probado algo tan fresco y limpio. Me hizo sentir civilizado de nuevo”. Y coincidimos, porque un buen martini es una cosa muy seria, un cóctel tan simple que es perfecto en su sencillez: sólo se necesita una muy pequeña cantidad de vermut seco para transformar la ginebra en el paradigma de la sofisticación atemporal.

Se popularizó en los felices años 20 de Fitzgerald y entonces se estandarizó la receta moderna que ha llegado hasta nuestros días: London Dry Gin y vermut blanco seco en una proporción de 3 o 4:1, con una aceituna o una rodaja de piel de limón en una copa.

La única manera admisible de prepararlo es en un vaso mezclador (y no agitándolo en una coctelera) con hielos que no se rompan, y removiéndolo con energía pero delicadeza con la ayuda de un stirrer de metal. Luego se sirve en una copa de martini con ayuda de un colador.

Bloody Mary

El Bloody Mary es ese cóctel que parece que no existía hasta que se popularizó el brunch, pero tiene más años que tu abuelo. Muchos se atribuyen su autoría original, pero todo apunta a que su creador fue Fernand Petiot en los años 20, un bartender estadounidense que atendía la barra del parisino New York Bar (más tarde rebautizado con el nombre con el que ha pasado a la historia: Harry’s Bar ), ese lugar donde buscaba consuelo e inspiración Ernest Hemingway y una buena parte de la Generación Perdida.

La receta perfecta del Bloody Mary no ha cambiado demasiado desde entonces: 2 partes de vodka por 4 de zumo de tomate, 2 golpes de Tabasco, 2 golpes de salsa Worcestershire (también conocida como Perrins), una rodaja de lima y otra de limón (se exprimen en la mezcla), un pellizco de sal, otro de pimienta y uno más opcional de pimentón ahumado.

Hay un ingrediente esencial sin embargo que distingue un buen Bloody Mary de otro superior y que por desgracia no se utiliza mucho en España: el rábano picante (también conocido como rábano de caballo o ‘armoracia rusticana’ por su nombre científico) rallado. 2 cucharadas en el mix marcan la diferencia y, si no lo encuentras fresco, lo puedes sustituir por salsa de horseradish.

Es recomendable también hacerse con sal de apio para escarchar el vaso alto, al que luego llenas de hielo. Mete los ingredientes en la coctelera con hielo, agita un poco y sirve. Luego puedes decorar con un tallo de apio y/o una brocheta con aceitunas, guindillas, cebollitas, gambas o lo que te dé la gana, ahí hay libertad para la imaginación.

La base de este cóctel de origen brasileño es un licor que se obtiene como producto de la destilación de la caña de azúcar (pero no es el ron): la cachaça (o cachaza). Aunque provenga de la misma familia, la cachaça es menos dulce y tiene un sabor más seco y más marcado a aguardiente que el ron. Esto se debe a que, mientras el segundo se obtiene de las melazas una vez que el azúcar ha cristalizado, la primera es producto del jugo de la caña antes de cristalizar.

Es de esos cócteles que absolutamente todo el mundo puede hacer, sólo hay que tener un poco de cuidado en la preparación para que te salga perfecto:

 -Corta las limas. Puedes utilizar entre 1 y 3, dependiendo del grado de acidez que prefieras. Córtalas primero por la mitad y retira la parte blanca que verás en el centro, que puede amargar el zumo. Luego corta las mitades en cuartos o incluso en trozos más pequeños si prefieres, pero no hace falta que les quites la cáscara.

-Introduce las limas en un vaso corto (uno de Old Fashioned es perfecto) y echa también dos cucharadas de azúcar.

-Machaca las limas y el azúcar. Mejor que lo hagas con un muddler o mortero para coctelería. Aunque el mortero es preferible, si no tienes uno, hazlo con lo que tengas más a mano. Si puedes, concéntrate en machacar las limas por la pulpa en lugar de por la cáscara, para que suelten más zumo y además no amarguen la mezcla. Sigue con la tarea hasta que veas bastante jugo en el fondo del vaso y el azúcar quede lo más disuelto posible.

-Añade la cachaça. Lo puedes hacer a ojo, pero la medida estándar tiende a ser 50 ml aproximadamente. Tienes que tener en cuenta que este es un licor de 40 grados y que en una caipiriña no se mezcla más que con el zumo de la lima, de ahí que se sirva en vaso corto (y no es recomendable que te tomes más de una a menos de que tengas bastante aguante). Si no te gusta el sabor de la cachaça, sustitúyela por vodka y estarás haciendo una caipiroska.

-Introduce el hielo. Lo puedes machacar antes si quieres, pero en cualquier caso intenta rellenar por completo el vaso. Remueve y ya tienes la caipiriña lista para tomar.

Rob Roy

Rob Roy MacGregor es, junto a William Wallace, el gran héroe escocés, la figura que mejor representa el carácter indómito de la nación más septentrional de la isla de Gran Bretaña. Rob Roy también era el prototipo de jefe de clan de las Highlands, la tierra por excelencia del scotch whisky, y por eso no es de extrañar que se haya tomado su nombre para bautizar el cóctel más célebre elaborado con este destilado.

Para llevarlo a un nivel superior, utiliza como base Cardhu Gold Reserve, un excepcional single malt que destaca por su rica textura y su equilibrado sabor, con notas a fruta madura, chocolate negro, toffee y especias: 

– 4 cl de Cardhu Gold Reserve
– 2 cl de vermú rosso
– Tres gotas de angostura
– Remueve los ingredientes en un vaso mezclador y sirve en una copa de cóctel
– Decora con un twist de naranja

Pisco Sour

Pocos cócteles hay en el mundo tan equilibrados, sofisticados y completos como el pisco sour. Es un cúmulo de sensaciones, todas placenteras: la cremosidad de la clara de huevo batido da paso al líquido helado; la acidez y los sabores y aromas cítricos del limón combinados con el dulzor del azúcar y la sequedad del pisco dan lugar a una mezcla tan sabrosa como (peligrosamente) adictiva.

Sus matices son complejos, pero no es complicado hacer el pisco sour perfecto. Simplemente le tienes que prestar un poco de atención a los ingredientes y a la preparación. Empezando por la base, el pisco, el aguardiente de uva que se destila en Perú desde el siglo XVI (también en Chile, aunque hay un controversia sobre la denominación de origen similar a la que se vivió con el champagne, el coñac o los sherry). Para el pisco sour, el pisco más recomendable es uno puro no aromático.

Estos son los ingredientes y la preparación:

-2 partes (60 ml aprox. para un solo vaso) de pisco

-1 parte (30 ml) de zumo de limón

-1/2 parte (15 ml) de jarabe de azúcar (o una cucharada en polvo)

-1/4 parte (7 ml) de clara de huevo

-Cubitos de hielo

-Para decorar y aromatizar, puedes rematar al final con unas gotitas de Angostura (ojo, sólo unas gotitas: hablamos de tres o cuatro máximo, para no alterar mucho la mezcla).

Introduce en la coctelera todos los ingredientes menos el hielo. Opta, al igual que en el caso del Whisky Sour, por un “dry shake” y agita con bastante brío durante un rato para conseguir que las proteínas de la clara se expandan al máximo al contacto con el oxígeno y den lugar a la espuma.

Luego ya puedes meter el hielo y agitar un poco más para enfriar el contenido (si no te quieres complicar y prefieres ganar tiempo, sobre todo si vas hacer mucha cantidad para servir a varios, siempre puedes utilizar una batidora en lugar de una coctelera, pero nosotros no lo recomendamos. La paciencia y el buen hacer siempre tienen recompensa).

Vierte la mezcla en un vaso corto (o en una copa pequeña de vino o de Oporto, si buscas más refinamiento) a través de un colador, remata si quieres con las gotas de Angostura y ya lo tienes.

Sazerac

Es el cóctel por excelencia de Nueva Orleans y también el que está considerado como el primer combinado estadounidense. Su invención se le atribuye a Antoine Amédée Peychaud, un boticario que tenía una farmacia en el French Quarter en la primera mitad del siglo XIX. Peychuad elaboraba unos bitters siguiendo una receta familiar que trajo consigo de las Indias Occidentales y, para potenciar sus “cualidades medicinales”, lo mezclaba con su coñac favorito, Sazerac-de-Forge et fils, y se lo servía a sus clientes.

Su popularidad fue tal que los bares de la zona le empezaron a copiar la receta y, en 1873, el bartender Leon Lamothe le agregó un poco más de ‘punch’ con un golpe de absenta, la misma que volvía majaras a los poetas malditos. El original se hacía con coñac, pero hoy en día se suele servir con rye whisky (whisky de centeno) o con bourbon. Ambas opciones son recomendables:

-Dos partes y media (2 onzas y media o unos 70ml, aprox.) de rye whisky, bourbon o coñac

-Una cucharada de absenta

-Dos o tres golpes de bitters

-Un terrón de azúcar

-Un poco de cáscara de limón

Machaca primero el terrón de azúcar directamente en el fondo del vaso, añade hielos y luego el whisky o coñac y los golpes de bitters. Remueve. Coge otro vaso igual, echa la cucharada de absenta y luego cuela el contenido del otro vaso. Remata con la cáscara de limón y sirve.

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